El pequeño duende

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En un lejano lejano bosque, vivía  un pequeño duende vivaracho y simpaticón. Todo lo hacía con alegría y emoción, solo adolecía de un pequeño problemilla, nombre no tenía, y así había vivido toda su vida. Nadie sabía cómo se llamaba, todos le decían pequeño duende.

Sucedió que un día,  su sombrero verde se le perdió. ¡Vaya, que situación! ese sí que era un problemón. Porque en él guardaba sus más grandes tesoros, todo lo que sus padres y los padres de sus padres le dejaron como valioso e importante. El pequeño duende estaba preocupado, la señora Luna al verlo tan desanimado le pregunto:

-Tienes cara de abatido, pareces confundido, qué te pasa querido amigo. -El duende contó su gran preocupación y dijo-:

-Luna, lunita tan bella y bonita, dime tú que lo miras todo ¿ves mi sombrero verde de algún modo?

-No sufras más, pequeño duende, que yo sé dónde está tu sombrero verde perdido.

Ante tal noticia, parecía que la vida como rayo cayó sobre el duende y más contento que impaciente, le pidió todos los detalles.

-Lo he visto puesto en la cabeza del mono, en el elefante, en el zorrillo y por último en una piedra cerca del río.

El duende corrió sin detenerse, hasta que llegó a la piedra señalada, donde su sombrero verde quieto estaba. Respiró profundo, puro alivio, su mirada reflejaba.

La señora Luna que lo siguió, le preguntó, por el gran tesoro que ahí guardaba, el duende con emoción metió su mano en el sombrero y sacó un bello corazón de colores que como un prisma virtudes reflejaba, cada una con un color se identificaba, a la Luna le explicaba como él se encargaba de recordar a todos los seres el tesoro que habita en su corazón.

La señora Luna emocionada dijo al duende, ahora sí, creo que el que nos lee pondrá fin a este cuento, con tu adecuado nombre, yo así lo siento. El pequeño duende sonrió y a la espera de su nombre quedó.








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