Una señal



Desde que era una chiquilla
a Dios le pedía una muestra
de su amor.

Quería que las nubes se pararan,
que los árboles se inclinaran,
para que me aseguraran que
Dios estaba conmigo
que me escuchaba, que me
amaba.

Muchas veces me sentía
decepcionada pues según yo,
no pasaba nada.

Dejé de pedir
fui haciéndome a la idea
que Dios estaba en las
alturas y yo aquí en la Tierra
tan vasta y tan fría,
abandonada me sentía.

Más en el término de mi
adolescencia vi con impaciencia y
algo de temor, que las señales
que Dios llama tarjetas
de presentación, sus milagros
sí existían, pude sentir de cerca
la señal de su existencia.

Así creció el amor
que le tenía y me dispuse a
observar su voz y  luz dentro
de la mía.

Encontré que siempre
había escuchado mis oraciones,
que sentía mi dolor.

Sentí que adentro de mí podía llegar
a él, así fue como percibí sus señales
cada día más cercanas, plenas
y tan mías.


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