No llores

                                             

No llores, oí decir desde
la ventana de mi habitación
una voz, quebradiza y chillona
que no me era familiar, era de
espanto.

Mi hermana, lloraba y yo era
una leal testigo silenciosa, viendo
caer sus lágrimas se veía, como
siempre hermosa.

Al oír aquella voz, como
maullido de gato en celo, ella
cerró la ventana, y las dos
quedamos en velo, asustadas
hasta los huesos.

Ella saltó hacia mi cama, yo
con escalofríos, alcancé a abrazarla
las dos espantadas, vimos caer
la madrugada.

En la oscuridad completa, esperábamos
que aquella voz se manifestara,
que nos diera la cara, no sé, por qué
si estábamos horrorizadas.

En digna espera, nos cayó el sueño,
despertamos abrazadas, sin un rasguño,
sin estar seguras si aquel encuentro
era con el más allá o solo de nuestra
imaginación una necesidad.


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