En tus zapatos
Entré en la habitación, y como un estropajo
lo vi cabizbajo. Sin ánimo y ensombrecido
suspiré, pues aquél sin sonrisa en el rostro
era un querido amigo.
Sabiendo ya la respuesta de antemano disimulando dije:
-Puedo saber la causa de lo que te viene aquejando.
Subió su mirada y aquellos ojos profundos, en esos
cristales del alma, pude ver la sombra del amor que le
acongojaba.
Pero su boca, no decía nada, estaba sellada. Tomé un vaso
y le serví un trago y en tono grave y seguro dije:
-Nada puede ser tan largo ni tan amargo que te quite
la pasión de tu mirada, y te lleve hacia la nada.
Con su cabeza agachada oí un hilo de voz que a medias suspiraba:
-Se ha ido.
-Te queda lo vivido, lo hermoso, lo intenso -contesté.
-¡Fui tan baboso! Si hubiera...
-¡Alto! -increpé- no quieras regresar el tiempo, que solo te llenarás
de arrepentimiento. Se fue, esa es la verdad, no creas que regresará.
Luego de un gran silencio me dijo: - ¿Y tú que sabes?
-Sé lo que te digo, pues quieras o no, yo he estado ahí, en tus zapatos.
Y fue hasta entonces, al verme los zapatos, que en el espejo
me sonreí.
-Te queda lo vivido, lo hermoso, lo intenso -contesté.
-¡Fui tan baboso! Si hubiera...
-¡Alto! -increpé- no quieras regresar el tiempo, que solo te llenarás
de arrepentimiento. Se fue, esa es la verdad, no creas que regresará.
Luego de un gran silencio me dijo: - ¿Y tú que sabes?
-Sé lo que te digo, pues quieras o no, yo he estado ahí, en tus zapatos.
Y fue hasta entonces, al verme los zapatos, que en el espejo
me sonreí.
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