Soledad
En una caja de mi consola
estaba la soledad guardada,
la dejé para los momentos
sin encanto que la vida te
va dando.
Resulta que la muy ingrata
se fue escapando cuando le
dio la gana, pensaba que era
yo quien decidía pero la verdad
era otra, la soledad disponía.
Un día al encontrarme frente
al espejo, ya viejo, soledad de
mí se reía. Que atrevida, pensaba
cómo es que pudo escaparse de
donde yo la tenía.
Revisé mi caja dorada
en donde estaba la soledad marcada,
la vi vacía, ella ya en mi cama
yacía, a sus anchas acostada.
Que mal pensé, yo ahí no me acostaré,
así que como soldado valiente, me
senté en mi sillón, sin mucha emoción.
En las noches, ella venía más recia que
de costumbre a darme su lumbre y yo
sin quererla cerca, pero ella es tan terca.
Así que me fui acostumbrando a su
presencia indiferente, pasaron los días
ella me seguía, se metió entre mis huesos,
aunque no me da ni besos, se quedó
a vivir conmigo y dormimos juntos
los dos sin estar enamorados, abrazados.
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