El beso de la muerte
Siempre se aparecía
sin excepción como
sombra en mi camino.
No sé si era juego
del destino, pero a donde
yo mirara una chica
al fondo surgía.
Con sudadero de capuchón
negro, su fleco sobre la cara
me impedía distinguir cómo
se perfilaba.
En cada lugar que visitaba
ella siempre resultaba,
ya me inquietaba, hasta que
una noche alcancé de algún
modo a tomarla por el codo.
Volvió su rostro y me fui de este
mundo, cuando vi quién era,
como quimera pasaron frente a mí
todas las etapas vividas.
Su sonrisa me hizo volver en sí,
para observar que entre labios
algo me decía, perpleja en el
rostro que advertía.
La sujetaba, mas no entendía nada,
hasta que gritó: ¡vive!
la muerte me besó y
de mi mano lentamente desapareció.
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